miércoles, 7 de octubre de 2009

EL ENIGMA DE SANTA CLAUS


[“Que los chistes activen no sólo zonas cerebrales más nuevas, sino la primitiva importancia del cerebro y el sistema del placer, sugiere que la risa existe desde tiempos remotos y tiene por tanto un valor en la supervivencia”].

Como creo que aún hay gente que le reclama a Santa Claus que no le haya traído lo que le pidió, leed atentamente las peripecias que el pobre Santa tiene que padecer todos los años...no tiene desperdicio y espero que dibuje una sonrisa en vuestras caras :-) [Sacado de “Matemática, ¿estás ahí?" de Adrián Paenza].

Existen aproximadamente dos mil millones de niños en el mundo. Sin embargo como Santa Claus no visita a niños judíos, musulmanes, ni budistas, esto reduce su trabajo en la noche de Navidad y sólo tiene que visitar 378 millones de chicos.

Con una tasa promedio de 3,5 niños por casa, el trabajo se rebaja a 108 millones de hogares (suponiendo que al menos hay un niño bueno por casa). Santa Claus tiene alrededor de 31 horas de Navidad para realizar su trabajo, gracias a las diferentes zonas horarias y a la rotación de la Tierra, asumiendo que viaja de este a oeste (lo cual parece lógico). Esto suma 968 visitas por segundo. Como quien dice, para cada casa cristiana con un niño bueno, Santa tiene alrededor de 1/1000 de segundo para: estacionar el trineo, bajar, entrar por la chimenea, llenar las botas de regalos, distribuir los demás regalos bajo el arbolito, comer los bocadillos que le dejan, trepar nuevamente por la chimenea, subirse al trineo...y llegar a la siguiente casa.

Suponiendo que cada una de esas 108 millones de paradas están equidistribuidas geográficamente, estamos hablando de alrededor de 1248 metros entre casa y casa. Esto significa un viaje total de 121 millones de kilómetros...sin contar descansos ni paradas al baño. Por lo tanto, el trineo de Santa Claus se mueve a una velocidad de 1040 kilómetros por segundo...es decir, casi tres mil veces la velocidad del sonido.

Hagamos una comparación: el vehículo más rápido fabricado por el hombre viaja a una velocidad máxima de 44 kilómetros por segundo. Un reno convencional puede correr, como máximo, a 24 kilómetros por hora, o, lo que es lo mismo, unas siete milésimas de kilómetro por segundo. La carga del trineo agrega otro elemento interesante. Suponiendo que cada niño solo pidió un juguete de tamaño mediano (digamos de un kilo), el trineo estaría cargando más de 500.000 toneladas...sin contar a Santa Claus. En la Tierra un reno normal no puede acarrear más de 150 kilos. Aún suponiendo que pudiera acarrear diez veces lo normal, el trabajo, obviamente, no podría ser hecho por ocho o nueve renos. Santa Claus necesitaría 360.000 de ellos, lo que incrementaría la carga otras 54.000 toneladas...sin contar el peso del trineo.

Mas allá de la broma, 600.000 toneladas viajando a 1040 kilómetros por segundo sufren una resistencia al aire enorme, lo que calentaría a los renos, de la misma forma que se calienta la cubierta de una nave espacial al ingresar en la atmósfera terrestre. Por ejemplo, los dos renos de adelante absorberían 14,3 quintillones de joules de energía por segundo cada uno...por lo que se calcinarían casi instantáneamente, exponiendo a los renos siguientes y creando ensordecedores “booms” sónicos. Todos los renos se vaporizarían en poco más de cuatro milésimas de segundo...más o menos cuando Santa Claus esté a punto de realizar su quinta visita.

Si no importa todo lo anterior, hay que considerar el resultado de la desaceleración de 1040 kilómetros por segundo. En 0,001 segundos, suponiendo un peso de Santa Claus de 150 kilos, estaría sujeto a una inercia de fuerza de 2.315.000 kilos, rompiendo al instante sus huesos y desprendiendo todos sus órganos, reduciendo al pobre Santa Claus a una masa sin forma, aguada y temblorosa.

Si aún con todos estos datos os enoja que Santa Claus no os haya traído lo que le pedisteis este año, es porque sois tremendamente injust@s y desconsiderad@s.

Un saludo sonriente a tod@s :-)

PD: “El creyente estás más interesado en lo que ya sabe que en lo que no sabe. El creedor estás más interesado en lo que no sabe que en lo que ya sabe” (Aforismo de Jorge Wagensberg).