

[Ser sincero no es decir todo lo que se piensa, sino no decir nunca lo contrario de lo que se piensa – André Maurois]
Érase una vez unos artesanos y escultores de la antigua Roma que fabricaban vasos y esculturas de mármol. Al principio, esos vasos – fabricados con cera burda – eran opacos. Con el paso del tiempo aprendieron a pulir la cera y los vasos se volvieron más finos y transparentes. Los romanos empezaron a decir: “parece que son vasos sine cera”. Al principio, los fallos de esas esculturas de mármol – material muy sensible a los errores – eran corregidos con cera, que luego pintaban y pulían hasta darle un aspecto perfecto. Luego, encima, los vendían sin indicar el retoque. Cuando parecía que la escultura no estaba retocada, los romanos empezaron a decir: “parece que son esculturas sine cera”. Al final esas dos palabras se unieron y se formó la palabra SINCERA que inicialmente significó “dejar ver a través de las palabras”, como si del vaso se tratara, y “no ocultar fallos y decir la verdad”, como si de las esculturas auténticas se trataran.
Hoy quiero pensar por escrito en la sinceridad. Sinceridad entendida como adecuación entre lo que se piensa y se siente, con lo que se dice. Sinceridad como ejemplo – de nuevo - de palabra fácil de decir pero difícil de vivir en consecuencia. Sinceridad no como virtud personal, sino como VIRTUD INTERPERSONAL, que tiene en cuenta, por tanto, al/a la interlocutor/a que está recibiéndola del otro lado. Hay que intentar ser fiel a nuestra individualidad, claro, pero, sobre todo, hay que intentar ser fiel a la individualidad de los demás como personas. Eso es lo complicado.
Somos capaces de cambiar el comportamiento de nuestras células por nuestros pensamientos. Si estamos íntimamente de acuerdo en algo, si estamos siendo sincer@s, si algo nos hace daño, si estamos tristes o contentos…las células procesan esta información y reaccionan en consecuencia. Según nuestro estado de ánimo las defensas funcionan mejor o peor, las plaquetas se tornan más o menos viscosas, incluso la composición de las lágrimas es diferente si son de alegría o de pena. En definitiva, nuestros pensamientos y sentimientos controlan los neurotransmisores y las hormonas lo suficiente como para que nuestras células reaccionen. Si quieres saber cómo está tu cuerpo hoy, haz memoria de ayer. Si quieres saber cómo estará tu cuerpo mañana, obsérvate hoy.
La sinceridad, como concepto absoluto, prácticamente todo el mundo está de acuerdo en que no existe. No se puede vivir en sociedad, ni en armonía con los demás, siendo absolutamente sincer@. La única sinceridad verdadera y auténtica es la que tienes contigo mism@, o, por lo menos, la que deberíamos tener. La vida es un regalo, creo que no merece la pena vivir sin esa sinceridad íntima y personal. Es, para mí, un signo de madurez y de responsabilidad. Hay que intentar vivir la vida y hacerla merecedora de ese esfuerzo. Pero vivir la vida sinceramente implica dejar de buscar y de encontrar excusas y/o justificaciones fuera de nosotr@s mism@s. Implica hacernos y ser responsables.
Ahora bien, ¿hay que ser siempre sincer@s con los demás? Creo que deberíamos serlo, por lo menos, con aquello que decidimos compartir (la vida es pensar lo que queremos decir y tener el valor de decirlo tal cual lo pensamos, pero no necesariamente decir todo lo que pensamos), pero sin perder de vista que la sinceridad implica EMPATÍA – no sólo EMOCIONAL, sino también COGNITIVA – e implica vulnerabilidad. La sinceridad implica, además, reconocer que nuestra realidad es sólo y precisamente eso, la nuestra, y que hay casi tantas otras y tan válidas como personas tiene el mundo. Hay como un miedo a ser considerad@ diferente cuando realmente tod@s somos diferentes. Ese miedo hace que no seamos sincer@s, en muchas ocasiones, para pasar desapercibid@s, para no destacar.
Ella: “Lo siento, pero te lo tenía que decir, ya sabes que yo soy muy sincera”…Él:”No sé si me lo tenias que decir o no, lo que si sé es que ha sido mucho más de lo que yo estaba preparado para escuchar”… Ella, después, explicándoselo a su amiga por teléfono: “Ya ves, hay gente que no soporta la verdad, pero es su problema”.
Sinceridad no es corregir y juzgar continuamente. No es ser arrogantes disfrazando todo lo que decimos de una falsa y virtuosa palabra llamada “sinceridad”. ¿Sinceridad es ir a favor o en contra de nuestra propia naturaleza humana egoísta?
En el año 2005 se publicó en el British Journal of Psichiatry los resultados de un estudio que parece demostrar que el cerebro de los mentirosos es distinto. La actividad del sistema prefrontal, la cantidad de sustancia gris – disminuida - y de la sustancia blanca – aumentada - de esa zona se ve alterada en la gente que miente de manera habitual.
Para acabar: imaginemos y sonriamos: “Un ejecutivo envía un fax a su esposa: “Querida esposa: comprenderás que ahora que tienes 54 años, yo tengo ciertas necesidades que tu ya no puedes satisfacer. Soy muy feliz contigo, sinceramente te considero una esposa maravillosa. Espero que no te sientas herida u ofendida al saber que, cuando recibas este fax, voy a estar haciendo sexo en el hotel Camino Real con Vanessa, mi secretaria, que tiene 18 años. No obstante, llegaré a casa antes de la medianoche”. Cuando el tipo vuelve a su casa, se encuentra una nota sobre la mesa del salón que dice: “Querido esposo: he recibido tu fax. No puedo evitar darte las gracias por el aviso. Aprovecho la oportunidad para recordarte que tú también tienes 54 años. Al mismo tiempo te comunico que, para cuando leas este mensaje, estaré dándome un revolcón en el Gran Hotel con Mikel, mi profesor de tenis que, al igual que tu secretaria, también tiene 18 años. Como, además de ser un empresario de éxito, eres licenciado en matemáticas, podrás comprender fácilmente que estamos en las mismas circunstancias, pero con una pequeña diferencia: 18 entra más veces en 54, que 54 en 18. Por lo tanto, no me esperes esta noche, llegaré mañana. Recibe un beso de tu esposa que verdaderamente te comprende”:-)
Otra historia sinceramente divertida: “Una mujer denuncia a un hombre por haberla difamado. Los cargos consisten en que la ha llamado cerda. El hombre se defiende diciendo que él se ha limitado a ser sincero. Se declara al hombre culpable y le obligan a pagar los daños y prejuicios. Tras el juicio el hombre le pregunta al juez:
- ¿Significa eso que no podré llamar cerda a la Sra. Harding?
- Exactamente, dice el juez.
- ¿Y tampoco puedo llamar Sra. Harding a una cerda?
- Si quiere, dice el juez, usted sí puede llamar Sra. Harding a una cerda. Eso no constituye delito alguno.
El hombre mira a la Sra. Harding a los ojos y le dice: “Buenas tardes, Sra. Harding” :-)
Un saludo sincero a tod@s.
PD: He cogido prestado parte del título de uno de los capítulos del libro “El gozo intelectual” de Jorge Wagensberg, como no podía ser de otro modo :-)
PD: Querida A, tú me propusiste el tema, espero haber cumplido parcialmente tus expectativas. Espero tus comentarios, sabes mucho más que yo de este tema, que, quizá, he tratado con poca profundidad....pero continuará, como la vida misma ;-)
Érase una vez unos artesanos y escultores de la antigua Roma que fabricaban vasos y esculturas de mármol. Al principio, esos vasos – fabricados con cera burda – eran opacos. Con el paso del tiempo aprendieron a pulir la cera y los vasos se volvieron más finos y transparentes. Los romanos empezaron a decir: “parece que son vasos sine cera”. Al principio, los fallos de esas esculturas de mármol – material muy sensible a los errores – eran corregidos con cera, que luego pintaban y pulían hasta darle un aspecto perfecto. Luego, encima, los vendían sin indicar el retoque. Cuando parecía que la escultura no estaba retocada, los romanos empezaron a decir: “parece que son esculturas sine cera”. Al final esas dos palabras se unieron y se formó la palabra SINCERA que inicialmente significó “dejar ver a través de las palabras”, como si del vaso se tratara, y “no ocultar fallos y decir la verdad”, como si de las esculturas auténticas se trataran.
Hoy quiero pensar por escrito en la sinceridad. Sinceridad entendida como adecuación entre lo que se piensa y se siente, con lo que se dice. Sinceridad como ejemplo – de nuevo - de palabra fácil de decir pero difícil de vivir en consecuencia. Sinceridad no como virtud personal, sino como VIRTUD INTERPERSONAL, que tiene en cuenta, por tanto, al/a la interlocutor/a que está recibiéndola del otro lado. Hay que intentar ser fiel a nuestra individualidad, claro, pero, sobre todo, hay que intentar ser fiel a la individualidad de los demás como personas. Eso es lo complicado.
Somos capaces de cambiar el comportamiento de nuestras células por nuestros pensamientos. Si estamos íntimamente de acuerdo en algo, si estamos siendo sincer@s, si algo nos hace daño, si estamos tristes o contentos…las células procesan esta información y reaccionan en consecuencia. Según nuestro estado de ánimo las defensas funcionan mejor o peor, las plaquetas se tornan más o menos viscosas, incluso la composición de las lágrimas es diferente si son de alegría o de pena. En definitiva, nuestros pensamientos y sentimientos controlan los neurotransmisores y las hormonas lo suficiente como para que nuestras células reaccionen. Si quieres saber cómo está tu cuerpo hoy, haz memoria de ayer. Si quieres saber cómo estará tu cuerpo mañana, obsérvate hoy.
La sinceridad, como concepto absoluto, prácticamente todo el mundo está de acuerdo en que no existe. No se puede vivir en sociedad, ni en armonía con los demás, siendo absolutamente sincer@. La única sinceridad verdadera y auténtica es la que tienes contigo mism@, o, por lo menos, la que deberíamos tener. La vida es un regalo, creo que no merece la pena vivir sin esa sinceridad íntima y personal. Es, para mí, un signo de madurez y de responsabilidad. Hay que intentar vivir la vida y hacerla merecedora de ese esfuerzo. Pero vivir la vida sinceramente implica dejar de buscar y de encontrar excusas y/o justificaciones fuera de nosotr@s mism@s. Implica hacernos y ser responsables.
Ahora bien, ¿hay que ser siempre sincer@s con los demás? Creo que deberíamos serlo, por lo menos, con aquello que decidimos compartir (la vida es pensar lo que queremos decir y tener el valor de decirlo tal cual lo pensamos, pero no necesariamente decir todo lo que pensamos), pero sin perder de vista que la sinceridad implica EMPATÍA – no sólo EMOCIONAL, sino también COGNITIVA – e implica vulnerabilidad. La sinceridad implica, además, reconocer que nuestra realidad es sólo y precisamente eso, la nuestra, y que hay casi tantas otras y tan válidas como personas tiene el mundo. Hay como un miedo a ser considerad@ diferente cuando realmente tod@s somos diferentes. Ese miedo hace que no seamos sincer@s, en muchas ocasiones, para pasar desapercibid@s, para no destacar.
Ella: “Lo siento, pero te lo tenía que decir, ya sabes que yo soy muy sincera”…Él:”No sé si me lo tenias que decir o no, lo que si sé es que ha sido mucho más de lo que yo estaba preparado para escuchar”… Ella, después, explicándoselo a su amiga por teléfono: “Ya ves, hay gente que no soporta la verdad, pero es su problema”.
Sinceridad no es corregir y juzgar continuamente. No es ser arrogantes disfrazando todo lo que decimos de una falsa y virtuosa palabra llamada “sinceridad”. ¿Sinceridad es ir a favor o en contra de nuestra propia naturaleza humana egoísta?
En el año 2005 se publicó en el British Journal of Psichiatry los resultados de un estudio que parece demostrar que el cerebro de los mentirosos es distinto. La actividad del sistema prefrontal, la cantidad de sustancia gris – disminuida - y de la sustancia blanca – aumentada - de esa zona se ve alterada en la gente que miente de manera habitual.
Para acabar: imaginemos y sonriamos: “Un ejecutivo envía un fax a su esposa: “Querida esposa: comprenderás que ahora que tienes 54 años, yo tengo ciertas necesidades que tu ya no puedes satisfacer. Soy muy feliz contigo, sinceramente te considero una esposa maravillosa. Espero que no te sientas herida u ofendida al saber que, cuando recibas este fax, voy a estar haciendo sexo en el hotel Camino Real con Vanessa, mi secretaria, que tiene 18 años. No obstante, llegaré a casa antes de la medianoche”. Cuando el tipo vuelve a su casa, se encuentra una nota sobre la mesa del salón que dice: “Querido esposo: he recibido tu fax. No puedo evitar darte las gracias por el aviso. Aprovecho la oportunidad para recordarte que tú también tienes 54 años. Al mismo tiempo te comunico que, para cuando leas este mensaje, estaré dándome un revolcón en el Gran Hotel con Mikel, mi profesor de tenis que, al igual que tu secretaria, también tiene 18 años. Como, además de ser un empresario de éxito, eres licenciado en matemáticas, podrás comprender fácilmente que estamos en las mismas circunstancias, pero con una pequeña diferencia: 18 entra más veces en 54, que 54 en 18. Por lo tanto, no me esperes esta noche, llegaré mañana. Recibe un beso de tu esposa que verdaderamente te comprende”:-)
Otra historia sinceramente divertida: “Una mujer denuncia a un hombre por haberla difamado. Los cargos consisten en que la ha llamado cerda. El hombre se defiende diciendo que él se ha limitado a ser sincero. Se declara al hombre culpable y le obligan a pagar los daños y prejuicios. Tras el juicio el hombre le pregunta al juez:
- ¿Significa eso que no podré llamar cerda a la Sra. Harding?
- Exactamente, dice el juez.
- ¿Y tampoco puedo llamar Sra. Harding a una cerda?
- Si quiere, dice el juez, usted sí puede llamar Sra. Harding a una cerda. Eso no constituye delito alguno.
El hombre mira a la Sra. Harding a los ojos y le dice: “Buenas tardes, Sra. Harding” :-)
Un saludo sincero a tod@s.
PD: He cogido prestado parte del título de uno de los capítulos del libro “El gozo intelectual” de Jorge Wagensberg, como no podía ser de otro modo :-)
PD: Querida A, tú me propusiste el tema, espero haber cumplido parcialmente tus expectativas. Espero tus comentarios, sabes mucho más que yo de este tema, que, quizá, he tratado con poca profundidad....pero continuará, como la vida misma ;-)