domingo, 21 de diciembre de 2008

LA ILUSION DE LA REALIDAD

[Realidad: Alucinación creada por la mente debido a la carencia de alcohol en la sangre” (http://www.bushcador.com/)].

No vemos las cosas tal como son sino tal como somos, no debemos perder eso de vista…no deben de perder eso de vista [“Cuando me dices que soy de la otra acera, ¿desde qué acera me lo estás preguntando?”- “¿Cómo podemos saber que en realidad el cielo es verde y nosotr@s daltónic@s?”].

El problema de lo que es real empieza cuando intentamos definir la propia palabra Realidad. La Realidad está íntimamente ligada a nuestros sentidos y a la naturaleza de la conciencia humana y es, por tanto, parcialmente subjetiva. No es reproducible por tod@s l@s otr@s observador@s extern@s, aunque tampoco depende únicamente del punto de vista del/de la observador/a. La realidad no se acaba donde se acaban o se agotan nuestros sentidos. Si repasamos las estadísticas, nos tropezamos con la curiosidad de que verdades que en un pasado eran consideradas reales, hoy en día son erróneas. ¿Quién nos garantiza entonces que en el futuro nuestros descendientes no creerán equivocadas buena parte de las cosas que hoy consideramos real o verdadero?

Un ejemplo que me gusta mucho para ilustrar eso de que no vemos la realidad tal cual es sino tal cual somos: Un hombre está preocupado porque su mujer se está quedando sorda y decide consultarlo con el médico. Este le sugiere que haga una prueba en casa: que se coloque detrás y le pregunte algo primero desde lejos, luego a unos 3 metros y finalmente muy cerca de ella. El hombre llega a casa y ve a su mujer en la cocina. “¿Qué hay parar cenar? – pregunta desde la puerta”. No hay respuesta. “¿Qué hay para cenar? – repite al aproximarse un poco”. Sigue sin haber respuesta. Se coloca entonces detrás de ella y le pregunta: “¿Qué hay para cenar?”. La mujer se vuelve y grita: “¡¡Por tercera vez: pollo!!”(Sacado del libro “Platón y un ornitorrinco entran en un bar”).

En 1877 Gladstone en un artículo titulado “Sobre la idea del color en Homero” utilizaba frases como “el mar de color de vino”. ¿Se trataba de una licencia poética o acaso Homero y l@s grieg@s veían el mar de manera diferente? De hecho hay una considerable diferencia en la manera en que las distintas culturas categorizan y nombran los colores…incluso puede que los individuos sólo vean un color si existe una categoría cultural o nombre para ello. Aunque no está claro si esa categorización puede, de hecho, alterar la percepción elemental del color (Sacado del libro “Un antropólogo en Marte” de Oliver Sacks). Hay una tribu en Méjico que no tiene ninguna palabra para nuestro color azul y no lo reconocen como tal [ahora no recuerdo como lo llaman pero era como si lo describieran – lo siento pero mi memoria empieza a fallar y hace mucho tiempo que leí este dato :-)]. Hay una isla en la que, por una variación genética, la casi totalidad de sus habitantes ven en escala de grises desde el blanco hasta el negro, pero son totalmente ciegos al color. L@s pacientes con el llamado Síndrome de Anton – en el que está destruida la corteza visual – ignoran que están cieg@s. Tienen ceguera de su ceguera.

Inevitablemente la realidad de estas personas será diferente a la nuestra ¿no?

L@s pacientes con el lóbulo frontal del cerebro alterado – zona encargada, a grandes rasgos, de la consciencia, del deber, de la obligación y de la responsabilidad (nada más y nada menos) – no son conscientes que están enferm@s o que tienen déficits neurológicos severos. Su realidad, por tanto, es que están san@s y nadie l@s puede convencer de la dimensión trágicamente reducida de su existencia. Además suelen estar siempre de buen humor [El padre de un paciente frontalizado después de un tumor cerebral frontal operado llegó a decir, con ironía: “Los lóbulos frontales, ¿Quién los necesita?”]. De hecho los lóbulos frontales son la gran peculiaridad del cerebro humano y, o están muy poco desarrollados, o no lo están en absoluto, en los otros mamíferos (Sacado del libro “Un antropólogo en Marte” de Oliver Sacks)…Mmm…¿Será eso lo que nos hace ser tan “racionales” y por lo que muchos mamíferos son mejores “personas” que algún@s de los human@s?...

Estas características funciones de los lóbulos frontales pueden a veces presionarnos demasiado, de forma que anhelemos una liberación de sus aplastantes inhibiciones, de la cordura y de la sobriedad. Ansiamos, sin saberlo, unas vacaciones de nuestros lóbulos frontales: una fiesta dionisiaca de los estímulos y los impulsos. Todo es consecuencia de nuestra naturaleza hiperfrontal. Lógicamente la tragedia se produce cuando no hay regreso de esas vacaciones (Sacado del libro “Un antropólogo en Marte” de Oliver Sacks).

Cuándo una estrella se acerca se vuelve más azul, cuando se aleja más roja. Personas en diferente hemisferio ¿no verán la realidad de la misma estrella de manera totalmente diferente?

¿Cuántos ejemplos más necesitamos para darnos cuenta que la realidad la ve cada persona de acuerdo a sus características y vivencias? ¿No os coloca esto irremediablemente en vuestro sitio quitándoos mínimos intentos de aparición de aires de grandeza o superioridad alguna (a mí sí me pasa)? ¿No es acaso todo pura CASUALIDAD por dónde hemos nacido o por los accidentes / enfermedades que hemos tenido?...En esta época de realidades condicionadas por los intereses creados, ¿no os da que pensar?

Seguiré hablando de la realidad en futuros post. De nuevo esto es sólo la primera parte de un tema extensísimo y que me apasiona. Poco a poco iré haciendo las segundas partes, prometido :-) De momento os quiero dejar pensativ@s con lo escrito hasta ahora, fomentar el llamado pensamiento horizontal – aquel que nos permite mirar alrededor nuestro y no sólo obstinadamente lo que tenemos delante de nuestras narices como si fuera lo único verdadero que existe – y simplemente introducir el hecho de que la realidad, actualmente, puede llegar a ser inasumible e inabarcable (A este respecto os recomiendo leer el artículo de Enric González en El País del día 14/12/2008).

La cultura popular también es sensible a lo que es la Realidad: “Cada cabeza es un mundo”, “El león juzga por su condición”, “Todo depende del cristal con que se mire” o “Cada loco con su tema”.

Y ya para acabar una frase del gran filósofo y ensayista español Ortega y Gasset – uno de mis favoritos y perfecto para, de manera ilusoria, "permitirle" cerrar este post – que decía que “hay tantas realidades como puntos de vista”.

¡Un saludo a tod@s y felices y entrañables fiestas!

PD: “La mitad de la belleza depende del paisaje, la otra mitad de la persona que lo mira”…así de variable es la interpretación de la realidad :-)

lunes, 8 de diciembre de 2008

NAAMA - MEMORIA DEL SILENCIO

[Noé es un hombre conocido en la historia pero ¿cómo se llamaba su mujer?]

Hoy quiero compartir dos cuentos. Son unos cuentos especiales, profundos y tiernos para mí. Son unos cuentos para rescatar el silencio. Es la forma que tengo de ceder este espacio y el protagonismo a tantas y tantas personas, animales, palabras y hechos – anónim@s o no – que han sido olvidad@s o incluso nunca conocid@s. Hoy quiero dejar hablar a otros. Hoy quiero dejar hablar a los que saben escribir mucho mejor que yo. Hoy quiero rendir mi homenaje paradójica y parabólicamente silencioso a tantas mujeres y hombres, a tantas palabras, a tantos animales, a tantos hechos anónimos frecuentemente olvidados y/o silenciados consciente o inconscientemente con el tiempo. Paradójicamente porque, estando yo callada y cediendo el espacio a estos dos escritores, de alguna manera hablo y rompo el silencio. Parabólicamente porque me permito la licencia de extender el mensaje de estos cuentos al resto de los silencios. Es como siento que quiero empezar a cerrar el año. Quiero recordar a la mujer de Noé. Quiero recordar a l@s que nunca nadie recuerda: a las palabras olvidadas, a las personas y animales maltratad@s, a l@s asesinad@s, a l@s que no tienen qué comer, a l@s que, por una caprichosa CASUALIDAD del destino, les ha tocado o les tocó nacer inocentemente en un sitio y en una época donde no han tenido o no tienen cubiertas siquiera las necesidades básicas diarias, donde su vida no tiene el mismo valor que la nuestra, y donde puede que no tengan derecho a techo, a educación ni a una sanidad. Es simplemente lo que siento que hoy quiero hacer.

[Por cierto, no hay ninguna seguridad, pero en el Midrash (libro de eruditos judíos muy antiguo), hay escrito un probable nombre de la mujer de Noé: Naama].

1.- “Este cuento cuenta la historia de un monasterio en plena Edad Media. Una isla de paz en un lugar azotado por las guerras y los conflictos entre los señores feudales. En él viven poco más de una docena de monjes con sus túnicas marrones y una especia de bonete en la cabeza, también marrón. Los monjes trabajan en un huerto. No hablan entre sí sino por señas porque todos han hecho voto de silencio. Sus actividades están rigurosamente regidas por el sol. Después de un frugal almuerzo, a media mañana, los monjes se dirigen ordenadamente al scriptorium: una sala rectangular en el segundo piso rodeada de altos armarios de madera repletos de libros. Los monjes, siempre en silencio, escriben palabras en pedazos de pergaminos. Llevan siglos haciéndolo. Generaciones y generaciones de monjes silenciosos entregados a guardar y proteger las palabras. Todas las palabras que después ordenan amorosamente en pequeños archivadores de madera. Allí se resuelve la memoria de todo lo nombrado: lo visible y lo invisible, lo material y lo espiritual. Y ese es su único objetivo: guardar las palabras, preservarlas del olvido, porque – afirman – en las palabras se encuentra la certidumbre. Los objetos, los sentimientos comienzan solo a ser conocidos en el momento en que somos capaces de nombrarlos. Sin palabras no hay nada. Nombrar las cosas permite poseerlas…y eso inquietaba a los poderosos que veían en los monjes a unos extraños hechiceros dotados del poder, de la magia de las palabras.

Un día acude al monasterio un grupo de forasteros perseguidos por una partida de soldados. Desmontan y se acercan a la puerta abierta de par en par. El abad los recibe en silencio. Le apartan de un violento empujón. Toman las celdas a la fuerza rompiendo y destrozando todo aquello que se les interpone. Apresan a los fugitivos. Uno de los soldados prende al abad y lo abofetea. Otro prende una tea y la arroja por una de las ventanas del piso inferior, y los demás se animan arrojando más y más teas. Algunas se estrellan contra los muros pero otras rompen cristales, vidrieras…A los pocos minutos de las ventanas empiezan a salir unas rojas lenguas de fuego que despiden un humo negro y compacto. Los soldados se marchan con los fugitivos.

El cuento acaba con el abad y los monjes tiznados de ceniza los rostros, las manos y las túnicas, viendo desde el huerto, impotentes, como el monasterio entero arde pasto de las llamas. Y el abad rompe entonces a llorar. Y las lágrimas le surcan el negro rostro por el humo. Llora porque Europa entera está en guerra, llora por los fugitivos condenados a una muerte segura, y llora, sobre todo, porque el fuego está destruyendo las palabras, las comunes y las olvidadas, y porque ellos han hecho un voto de silencio que les impide pronunciarlas”.
(Este cuento está atribuido a Umberto Eco).

2.- SE ACABÓ LA RABIA (Mario Benedetti-1956):
“Aunque la pierna del hombre apenas se movía, Fido, debajo de la mesa, apreciaba grandemente esa caricia en los alrededores del hocico. Hacía dos años que Fido se había convertido en perro de apartamento, No pertenecía a ninguna raza definida, pero era un animal disciplinado. Sabía además aguantarse sobre dos patas hasta que su amo decía que descansara, traer el diario en la boca todas las mañanas, ladrar cuando tocaba y servir de felpudo a su señor cuando volvía de trabajar. Pasaba la mayor parte del día en un rincón del comedor o sobre las baldosas del cuarto de baño. No molestaba. No sentía un gran afecto hacia la mujer pero como era ella quien se preocupaba de la comida y de renovarle el agua, Fido le lamia las manos de vez en cuando. Los grandes momentos del día eran sin duda las dos comidas, el paseo diurético por la vereda y, especialmente, ese ratito después de la cena, cuando el hombre y la mujer charlaban y él sentía el roce afectuoso de los pantalones de franela.

Esta noche Fido estaba inquieto, el pasado inmediato pesaba sobre él. Una serie de imágenes se habían acumulado en sus ojitos llorosos. Una tarde en que estaba durmiendo su siesta en las baldosas del cuarto de baño, la mujer llegó acompañada del otro. No le gustaron ni su voz ni su falsete, ni el tacto de sus cortantes pantalones, ni su antipático olor. Primero solo hablaron pero poco a poco iba apareciendo con más frecuencia. Nunca pasaban al dormitorio pero en el sofá hacían cosas que a Fido le traían violentas nostalgias de las perritas de cierta charca en que transcurrió su cachorrez.

Una tarde, quien sabe por qué, volvieron a notar su presencia, y eso que Fido los dejaba tranquilos ahí quieto en su rincón. Fue la mujer, y era natural porque con el tipo no tenía nada en común. Acaso ella tenía especial conciencia de que el perro existía, de que estaba presente. Fido no tenía nada que reprocharle, mejor dicho, no sabía que tenía que reprocharle nada, pero estaba ahí, en el baño o en el comedor, mirando. Y, bajo esa mirada, la mujer acabó por sentirse inquieta, violenta, y no tardó en ser atrapada por un odio intenso, insoportable. Fido notó que ella lo trataba con rencor, con rabia.

Hacía un día, dos, tres (un perro no controla el tiempo), el otro había tenido que irse con apuro y había dejado olvidada la cigarrera; una cosa linda, dorada, muy dura sobre el living. La mujer la había guardado también con apuro (¿porqué?) bajo una cortina de la despensa. Allí, no bien estuvo solo, fue Fido a olfatearla. Aquello tenía el olor desagradable del tipo.

La pierna de su amo no se movió más. Fido se despertó de todos esos recuerdos y entendió que hoy los mimos habían concluido. Perezosamente estiró las patas y se levantó. Lamió todavía un trocito de tobillo que estaba al descubierto y, después de una caricia del amo, se fue, con paso lento y reumático, a su rincón tranquilo.

Sucedió entonces algo inesperado. Empezaron a hablar primero tranquilos, luego a gritos. De pronto la mujer se calló, cogió su abrigo y, sin que el hombre hiciera ningún ademán para impedirlo, salió a la calle dando un portazo tan violento que el perro no tuvo más remedio que ladrar. El hombre quedó nervioso, concentrado. A Fido se le ocurrió que ese era el momento. Nada de venganza, en realidad él no sabía qué era eso. El hombre estaba tan ensimismado que no advirtió enseguida que el perro le tiraba de los pantalones. Tuvo que recurrir a tres cortos ladridos. El hombre, después de vacilar, lo siguió con cierta desgana. No fue muy lejos, hasta la despensa. Cuando el perro apartó la cortina, el hombre se agachó a coger la cigarrera. En realidad Fido no esperaba nada. Para él su hallazgo no tenía más importancia. De forma que cuando el hombre dio aquel bárbaro puñetazo contra la pared y se puso a gritar y a llorar, no pudo menos que, asustado, retroceder ante la conmoción que provocara su acción. Se quedó en silencio pegado al marco de la puerta, y, desde allí, observó como el hombre, con los dientes apretados, gritaba y gemía. Entonces decidió acercarse y lamerlo con ternura, como era su deber.

El hombre levantó la cabeza y vio aquel rabo movedizo, aquel cargoso, aquel testigo que venía a compadecerlo. Todavía Fido jadeó satisfecho, mostrando la lengua húmeda y oscura. Después de acabó. Era viejo, era fiel, era confiado. Tres pobres razones que le impidieron asombrarse cuando el puntapié le reventó el hocico”.