viernes, 3 de diciembre de 2010

LA VISTA. EL OPIO NATURAL DE LOS SENTIDOS


Miraros fijamente al espejo, dice Diane Ackerman en su libro “Una historia natural de los sentidos”, libro en el que está basado este artículo. Sobre ella recaen todo el mérito redaccional e interés que podáis encontrar en él. El desmérito y desinterés, si aparecen, son culpa mía.

Los humanos tenemos ojos (¿sólo los ojos?) de animal predador. Los animales predadores tienen los ojos colocados en la parte delantera para tener visión binocular de su presa. Son como unos prismáticos. Las presas, por contra, tienen los ojos colocados a los lados de la cabeza para tener visión periférica y ver mejor los peligros.

Hoy quiero dedicar este post a ese especial sentido que para mí es la vista. A priori son cosas fáciles de decir, pero yo sostengo frecuentemente que podría acostumbrarme, creo, a casi todo lo que me tenga deparado la vida – en temas de enfermedad – menos a vivir sin vista y/o quedarme tetrapléjica. Hoy me apetece escribir, en una época como esta de bombardeo de imágenes virtuales que nos pueden hacer dudar de si lo que estamos viendo es o no “real”, sobre una de las maravillas de la evolución biológica que es la capacidad de ver y de mirar. Vayan por delante mis más sinceras disculpas por la tardanza inusual de este post. En ocasiones lo que quieres hacer no lo puedes hacer cuando quieres…porque ni siquiera llegas a poder hacer lo que tienes que hacer obligatoriamente…mmm…¿obligada por quién o por qué?

Para la mayoría de los humanos, al contrario que para otros animales, el mundo alcanza su mayor densidad informativa cuando lo analizamos por medio de los ojos. El 70% de los receptores sensoriales del cuerpo convergen en los ojos. Lo sabemos bien, inconscientemente: solemos cerrar los ojos cuando besamos apasionadamente para no distraernos y sentir ese beso, y cuando nos gusta alguien, queremos que nos vea con buenos ojos.

Empecemos por el principio. Hace muchos muchos años, en los antiguos mares (que, dicho sea de paso, son los mismos que los de ahora), los seres vivos desarrollaron un trozo de piel sensible a la luz. Herencia de esos inicios salados es que nuestros ojos necesitan estar constantemente bañados en agua salada. Por eso tenemos párpados. Por eso no los tienen los ojos de los peces: no los necesitan porque ya los tienen constantemente mojados. De ahí al famoso trilobites y a los modernos ojos eléctricos o a las lentes sincrónicas hay un suspiro temporal, comparado con lo arduos y largos que fueron esos principios.

Etimológicamente también las partes del ojo tienen su historia y, a mi modo de ver, su atractivo. Iris, por ejemplo, viene de la palabra griega utilizada para designar el arco iris. Pupila viene del latín “pupilla”, que significa”muñeca pequeña”, porque cuando los romanos miraban a los ojos de la gente se veían reflejados en pequeño.

Vivimos en un mundo de luces y sombras, reales y psicológicas. Ciento veinticinco millones de delgados bastoncillos interpretan la oscuridad y dan sus informes en blanco y negro. Siete millones de conos regordetes examinan el día brillante y colorido, aunque a veces no nos lo parezca. En décimas de segundo el mensaje llega a la corteza visual del cerebro y adquiere sentido. Es ahí dónde vemos. Es ahí dónde vemos, tal cual un teatro imaginario, escenas – reales o no – con todo lujo de detalles, como si las estuviéramos viendo en ese momento, aunque tengamos los ojos cerrados.

Mirad a vuestros pies. Estáis sobre el cielo. Cuando queremos mirar el cielo tendemos a levantar la vista, pero el cielo en realidad empieza en la tierra. Caminamos por él, gritamos en él y lo inhalamos hasta lo más profundo de los pulmones. Comenzando por la tierra, y estirándose en todas direcciones, el cielo es ese espeso medio flexible en el que vivimos. Desfilando por el cielo, una nube rinoceronte se transforma en un perfil humano, en un plato de cortadas de melón o en un dragón [Dra. A, ¿esto tiene algún significado psiconalítico del que tenga que preocuparme? ;-)]. Nubes redondas: el clima será ventoso. Nubes moteadas: lloverá. Nubes bajas, espesas y oscuras: se acerca un frente frío de tormenta. Detrás de todo esto hay miles y miles de horas de observación, de mirar el cielo…mirando al suelo.

Para l@s observador@s de ocasos: cuando se pone el sol, en ese mismo sitio en el que se hunde poco a poco en el mar, y durante un solo instante, una diminuta chispa verde brilla durante un segundo. Se llama “rayo verde” y es muy difícil de ver. Intentad localizarlo. ¡A ver quién lo consigue...y mientras tanto os dejo la foto que encabeza este artículo!

¿Por qué el cielo es azul?, preguntábamos de pequeñ@s. Cuando la luz del sol choca contra los átomos de los gases que forman la atmósfera, y contra las partículas de polvo y humedad del aire, se desprende la luz azul, la luz más potente del espectro visible. Si lo viéramos desde el espacio exterior, el aire parece negro porque no hay partículas de polvo que dispersen la luz azul.

Otras “visiones” astronómicas curiosas: la luz del Sol tarda unos ocho minutos en llegar a la Tierra y que la veamos…y la luz de la estrella polar salió de ella en tiempos de Shakespeare. Para ver el mejor arco iris, un truco, colocaros con el sol de espaldas y ya bajo en el cielo. Incluso siento deciros que esa maravillosa luz de la luna no es propia, la toma prestada…lo que, a mi modo de ver, no le quita encanto.

Si sabemos mirar, encontramos pistas. Si encontramos un árbol en terreno abierto con musgo a un lado del tronco, lo más probable es que ese lado apunte al norte. También se puede mirar la copa de los pinos que, en general, apunta hacia el este.

Seguimos con los colores. Cuando la luz da sobre un coche rojo en nuestros ojos se reflejan solo los rayos rojos y decimos que efectivamente ese coche es rojo. Los otros rayos los absorbe la pintura del coche. Cuando la luz da sobre un buzón azul, el azul es reflejado y decimos que es azul. Es decir, el color que vemos es siempre el reflejado, el que no es absorbido. Vemos el color rechazado de forma que, cuando decimos que una manzana es roja…es de todos los colores menos roja.

Los científicos saben desde hace mucho que ciertos colores desencadenan una respuesta emocional determinada en la gente…que me lo digan a mi y a mis colores de pelo :-)

¿Y esa (horrible) costumbre de vestir a los niños de azul y a las niñas de rosa? Pues viene de antiguo. El nacimiento de un varón era un motivo de celebración que prolongaba el nombre de la familia. El azul, color del cielo dónde vivían los dioses y los destinos, tenía poderes especiales para dar energía y alejar el mal. De ahí a que a los bebés varones se los vistiera de azul para protegerlos hubo un suspiro. Más tarde una leyenda europea dijo que las niñas nacían dentro de delicados capullos de rosa…y rosa para las señoritas [Recordadme que les cuente esto a mis sobrinas…todo sería rosa para ellas, y prometo que sin condicionarlas desde la cuna jeje].

Los osos polares no son blancos, son claros. Su piel transparente no contiene un pigmento blanco, pero su pelaje arroja gran cantidad de diminutas burbujas de aire que refractan el blanco de la luz solar y hacen que registremos el espectáculo como una hermosa piel blanca. Lo mismo pasa con las plumas blancas del cisne o las alas blancas de algunas mariposas.

Los animales han desarrollado colores para atraer, disfrazarse o camuflarse. Un buen ejemplo es el pingüino: es blanco en el pecho, de modo que puede confundirse con la palidez del cielo cuando es visto desde abajo en el mar, y negro en la espalda, de modo que puede fundirse con la oscuridad del mar cuando es visto desde arriba. Como no corren mucho peligro por parte de los predadores terrestres, su atractivo aspecto de dos tonos no es peligroso cuando están descansando en la costa. Y es que el color, como lenguaje silencioso, funciona tan bien que la mayoría de los animales lo utilizan…y no olvidemos que el ser humano es un animal :-)

¡Magia! Cuando en una feria o en un circo aparecen valientemente con un caimán, le hacen dar media vuelta en el aire. Cabeza abajo los caimanes no pueden enfocar y el mundo se le vuelve un conjunto confuso de imágenes. No son capaces de atacar.

Los científicos han tomado fotografías a través de los ojos de los animales. Me gustaría poderlas ver. Ver el mundo desde el punto de vista del espectacular ojo de una mosca o de un camaleón, por ejemplo. ¿Podría mi idolatrado Jorge Wagensberg organizar una exposición temporal al respecto en Cosmo Caixa?

Amantes del cine, además de que los finales de película no existen en la vida real (siento ser yo quien os lo diga), también tienen truco. Cuando miramos una película en realidad estamos mirando una pantalla en blanco durante mas o menos la mitad de la función. El resto del tiempo hay muchas fotografías que se proyectan una tras otra, cada una ligeramente diferente pero relacionada con la precedente. El ojo humano pierde el tiempo suficiente sobre cada fotografía como para enganchar con la siguiente y así nos parece un cuadro único en movimiento. El ojo insiste en enlazar las imágenes separadas. Para una abeja, acostumbrada a una sucesión de imágenes de 300 por minuto, cualquier película sería como una proyección lenta de diapositivas.

Momento artístico. Se han descubierto muchas cosas sobre los problemas de visión de algunos artistas. Van Gogh, aunque es más conocido por el episodio de cortarse la oreja, también bebió keroseno y comió pintura. Algunos investigadores piensan que ciertos rasgos estilísticos de este pintor pudieron no ser distorsiones intencionadas sino el resultado de una enfermedad o, en realidad, consecuencia de la intoxicación por los disolventes de pintura y resinas que utilizaba. No hay que olvidar que trataba su epilepsia con digital (¿?), cuya intoxicación produce visiones en amarillo verdoso.

Los colores brillantes con los que pintaban algunos pintores contenían, en su momento, metales tóxicos como cobre, cadmio y mercurio. Los vapores tóxicos pudieron pasar fácilmente a la comida porque con frecuencia trabajaban y vivían en el mismo cuarto.

Incluso Trevor-Roper se ha atrevido a describir la personalidad miope. Son personas que por su defecto de visión sólo tienen acceso al mundo inmediato y son más introvertid@s. Además, el mecanismo que produce la miopía (elongación de la pupila) también altera la percepción de los colores y los rojos aparecen mas definidos. Las cataratas, incluso, pueden afectar a los colores y hacer que estos se confundan y enrojezcan a la vez. Recordad la creciente fascinación por los rojos del miope Renoir, o en el Monet con cataratas, que tuvo que rotular sus colores y ponerlos en orden en su paleta para no confundirlos, y que, después de operarse, retocó los “extraños colores” que veía en muchos de sus cuadros.

Maravilloso, personal y relativo sentido de la visión :-)

¡Un saludo para tod@s!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Queridas y queridos todos/as:

(Desde luego falta una etimología neutral que la Real Academia podría crear, para esto casos. A mi no me sirve que el masculino es la forma "neutral" conociendo el papel de la mujer en la historia hasta ahora. ¡Yo quiero otro mundo!...con nuevas palabras vivas que reflejen nuestros tiempos.

Permitirme escribir un poco de filosofía (de lo poco que sé).

"Que la gente de ciencias sois mucha tela" ;-)))...por cierto ¿esto ; es un ojo? jajajajja

Platón abrió una nueva noció de ver, claro como hace tanto tiempo de ello y la filosofía "no sirve para nada", pues ¿quién se acuerda de ello?...

La problemática de Platón es que "Eidos" que significa (idea)es una noción de manifestarse o de PRESENCIA, aspecto, figura, correspondientemente de "VER" no se relaciona con el "conocimiento" sino con la ¡CONDUCTA!.

{Mirar a...} una expresión tan habitual en Platón, es para designar el conducirse de esta o aquella manera y la cuestión está en si el "ojo" mira o no en la dirección adecuada.

Un Abrazo
Anna

Anónimo dijo...

Un post muy ameno, Susana. Enhorabuena por continuar escribiendo sobre temas tan variados y tan interesantes...Y tan complejos!
El cerebro construye una representación interna de los acontecimientos físicos externos después de haber analizado sus componentes; al barrer el campo visual el cerebro analiza simultánea pero separadamente, la forma de los objetos, su movimiento y su color, todo ésto antes de agruparlos en una imagen siguiendo sus propias leyes. Cómo se realiza esta reconstrucción, el problema de la integración, es una de las cuestiones más apremiantes de la neurociencia cognitiva.
Un gran beso
Ana de UK

Vivir es una casualidad dijo...

Gracias Anna y Ana por vuestros siempre fieles comentarios :-) Siento el retraso pero están siendo días muy complicados para mí en lo profesional y lo personal. ¡Prometo intentar ser más frecuente en visitas y artículos a partir del año que viene!
Aprovecho para desearos felices fiestas y una muy buena entrada de año.
¡Un beso enorme para cada una!

Anónimo dijo...

Son tiempos de una postmodernidad ontológica muy acusada, sentida y difícil para muchos de nosotros/as...pero la Fundació Miró tiene una obra "Abans no canti el gall" que entre otras cosas, simboliza la vitalidad. No es fácil encontrarlo en museos, ya que, (museo=mausoleo) éstos suelen tender a una falta de vida. Pero esta vez, la Fundació Miró apuesta por el cambio y nos ofrece el ámbito artístico de unas espontaneas gallinas.

¡¡Felices Fiestas!!
Anna