Todo empezó (bastante bien) hace aproximadamente 1 millón de años. Nuestros ancestros se organizaban socialmente en lo que hoy llamamos sociedades de cazadores-recolectores. Aunque existían variaciones geográficas de este modo de vida, todas tenían una característica común: eran sociedades casi-iguales. Existían, en grado menor, algunas desigualdades de poder, basadas en la experiencia que concede la edad o en el estatus de ser el mejor proveedor de alimentos, pero, en general, se trataba de sociedades nómadas o semi-nómadas, con bajo desarrollo tecnológico, que impedía la acumulación de posesiones materiales que no pudieran ser trasladadas. La clave estaba en la cooperación para la obtención de alimentos. Lo que se obtenía mediante cooperación se debía compartir entre los demás. Si no se practicaba el reparto, la cooperación se debilitaría y el hambre los mataría a todos. Además casi ningún miembro de la tribu tenía la fuerza suficiente ni las armas necesarias para impedir por la fuerza que los demás, que eran mayoría, lograran su porción de la presa. Era, si queréis, una casi-igualdad forzada por la necesidad y el sentido común.
Sí que existía, sin embargo, y quiero mencionarlo, una cierta desigualdad de género, una división sexual del trabajo. En líneas generales (aunque hoy en día ya se sabe que no ha sido siempre así) los hombres se dedicaban a la caza y las mujeres a los hijos y a la recolección de los alimentos cercanos al hogar. División sexual del trabajo en estas sociedades de cazadores-recolectores que no significa siempre y necesariamente desigualdad, como bien ha quedado demostrado a posteriori, aunque sí que es cierto que, aquellas actividades que contribuían en mayor grado a la supervivencia del grupo, recibían más recompensa en forma de mayor estatus y honor.
También había jefes y hechiceros cuyos estatus se adquirían gracias a las habilidades o los méritos, pero no podían acumular riquezas materiales y eran reconocimientos a tiempo parcial. No podían pedir a nadie que trabajase para ellos porque, en general, todos tenían que trabajar cada día para obtener alimento y rara vez había reserva suficiente como para liberar a la gente de esas obligaciones.
Hace aproximadamente 10.000 o 15.000 años aumentó considerablemente la población y los recursos alimenticios empezaron a reducirse. “Había menos tierra (por las glaciaciones) y más gente”. Aumentaron los conflictos entre las tribus. Se hizo necesario un cambio y el ser humano se dio cuenta que mediante los métodos agrícolas de producción de alimentos era posible alimentar a una mayor cantidad de gente y disminuir los conflictos. Se empezaron a abandonar las pautas nómadas. Se empezó a desarrollar una nueva tecnología. Había llegado la revolución neolítica.
Al principio las tribus seguían siendo pequeñas e iban alternando las tareas agrícolas con las de caza y recolección. Poco a poco se iba consiguiendo un excedente de alimento que permitió liberar a ciertas personas de dedicar todo su tiempo a conseguir comida. Aparece el tiempo libre y, con él, los artesanos y los líderes políticos y religiosos. El estatus seguía siendo la principal forma de desigualdad y las diferencias de estatus eran probablemente mayores que antes, pero aún no estaban ligadas a la riqueza o al poder hereditario.
Llegó la agricultura a tiempo completo. En apenas 8000 años de agricultura la población humana aumentó del 10 a 300 millones de personas. Antes habíamos tardado cerca de un millón de años para llegar a ser esos 10 millones de personas.
Seguía aumentando la producción de alimentos y el tiempo libre, aparecieron otras profesiones, nuevas tecnologías, las personas trabajando para otras personas, los líderes políticos y religiosos, los ejércitos, la esclavitud…Se desarrolló, ahora sí, una desigualdad social creciente e imparable, en la que las mujeres, de nuevo y además, estaban aún más en desventaja. Aparecieron las primeras ciudades. Los estatus se hicieron hereditarios. Nunca después el aumento de la desigualdad ha sido tan grande como en esta fase.
Llegamos a hace aproximadamente 5000 años. Aparecieron los primeros imperios agrarios. Había muchas diferencias entre y dentro de los imperios antiguos, pero encontramos también unas características comunes. Solían tener gobiernos centralizados con elites políticas y religiosas dirigentes que disponían de un amplio control político y económico. La función del Estado era hacer cumplir las leyes, reclutar soldados, recaudar impuestos y obtener tributos de los territorios conquistados. Los imperios tenían vastos territorios, con muchas ciudades de diferente tamaño y función económica, y poblaciones numerosas. Había ya una compleja división del trabajo y una tecnología más compleja. Había, por tanto, un alto grado de desigualdad.
Con el aumento de las conquistas de los nómadas, alrededor del 500 dC, la mayoría de los antiguos imperios agrarios entraron en decadencia. El mundo occidental se metió en plena Edad Oscura. Hacia el 1000 – 1200 dC aparecieron las primeras sociedades feudales o estamentales en Europa y volvieron a surgir las desigualdades extremas.
Antes del 1200 dC las desigualdades de poder y de riqueza se justificaban por la tradición y la costumbre. Tras la desintegración de las civilizaciones anteriores, la gente se había agrupado para vivir y trabajar bajo la protección de la nobleza militar, a cambio de pagarles tributos en forma de servicios y entregarles la mayoría de su excedente económico. A partir del 1200 dC el modelo se vio amenazado por la rebelión de los estratos bajos y por la aparición de una nueva clase de comerciantes cuya riqueza se podía equiparar en ocasiones a la de la nobleza. Estamos en la fase feudal.
En sus inicios, el sistema feudal consistía en varios señoríos independientes y dominados cada uno por una nobleza local. Pero poco a poco algunos terratenientes empezaron a dominar a otros, apareciendo una nobleza más rica y poderosa y mayor grado de desigualdad respecto al pueblo llano.
Hacia el 1300 dC, con las revueltas campesinas y el aumento de poder de la clase de los comerciantes, la nobleza se unió para crear nuevos sistemas estatales que les permitieran mantener su poder y sus privilegios. Aparecen los Estados modernos. Las desigualdades se consolidan todavía más.
En los siglos XV y XVI el perfeccionamiento de los métodos agrícolas, que producían un excedente cada vez mayor y liberaban del trabajo de la tierra cada vez a más gente, permitió un nuevo desarrollo tecnológico y una nueva organización social. Aparecieron las sociedades industriales y postindustriales, capitalistas y socialistas que, a pesar de las diferencias en cuanto a ideología política y grados de democracia, en general se caracterizan por una reducción de la desigualdad, comparada con la que había en el periodo preindustrial.
La complejidad de la tecnología, la necesidad de especialistas a los que las elites debían de dar cierto poder porque sólo ellos sabían manejar determinadas máquinas, el aumento de productividad que esto generó, la reducida tasa de crecimiento demográfico de esta época, la representación de esta clase media en el Estado, el aumento de la tensión internacional que hace que cada elite intente obtener como sea la lealtad de los suyos…estos son algunos de los factores que han conseguido que la tendencia creciente de desigualdad se haya frenado.
Además de la evolución de cada nación, no podemos olvidar el desarrollo del llamado sistema económico mundial en el que hay países ricos y pobres, países dominantes y dominados. El poder de cada país en el marco de la moderna economía mundial genera mucha competitividad y desigualdad entre las naciones. Las naciones menos desarrolladas tienen que enfrentarse no sólo a su desarrollo propio, sino a un sistema internacional de poder económico que suele influir negativamente en sus oportunidades de avanzar económicamente.
A pesar de que el estudio llevado a cabo en 56 naciones apoya definitivamente esta línea de historia de la desigualdad, no hay una única trayectoria. Existe sólo una tendencia muy general hacia sociedades más complejas y tecnológicamente más avanzadas, pero algunas sociedades, por cultura o por oportunidades, emprenden ese cambio, y otras no.
¿Y ahora qué?....porque hay mucho “tiempo libre” hoy en día…
¡Un saludo a tod@s!